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Un pacto por la educación en una Argentina rota

Viernes 28 de Enero de 2022

¿Es posible un "Pacto de la Moncloa Blanca"? El objetivo de lograr un acuerdo entre todos los sectores políticos y sociales para dar más calidad y profundidad a la educación, con las maestras y sus dirigentes, las familias y los intendentes, las empresas y las Universidades, el gobierno y la oposición. 
 

Por Prof. Gabriel Montero |  24-01-2022 

“Una sociedad crece bien cuando las personas plantan árboles cuya sombra saben que nunca disfrutarán”

Proverbio griego

Una nueva disputa estéril,  esta vez por declaraciones acerca del millón de alumnos perdidos durante el cierre de escuelas, alimenta los titulares de medios hasta la próxima riña callejera de la dirigencia.  A ver si se enteran: Argentina está rota.

Más de la mitad de la niñez es pobre, el PBI no crece en términos reales desde hace más de 10 años, la corrupción, la inseguridad y la inflación son las preocupaciones principales de la gente en cualquier encuesta, la economía en negro del 40% escamotea recursos y promueve mafias, la anomia parece ser la única regla mientras en los medios se muestran masacres de jóvenes por jóvenes y asaltos violentísimos… Y la dirigencia juega a profundizar la grieta o perpetuar privilegios.

Es pueril atribuir esta situación al actual gobierno, al anterior o a los anteriores de estos. En 1975 la pobreza era del 7% y en cada hogar se esperaba que los hijos lleguen más alto que sus padres. Pertenezco a la última generación que disfrutó esa movilidad social ascendente.

Si elegimos perdonarnos, podemos decir que esta tendencia es mundial, porque también es cierto. Pero es evidente que se rompió el contrato social y que nuestro caso es peor que el resto. Hay que encontrar urgente una causa común. Algo que nos una en serio. No pueden ser sólo los festejos del seleccionado los que convoquen a la hermandad.

La buena noticia es que está ahí, a la vista. Todos lo podemos ver.

Cada día, en cada rincón del país, no importa raza, religión, condición social o idea política: los chicos van a la escuela. No se me ocurre otra cosa que hagamos todos con la misma fe y la misma convicción. Esa es nuestra oportunidad: la educación como bandera.

La productividad que genera una educación adecuada es mayor que la que puede producir Vaca Muerta. Sobran ejemplos en el mundo

El portal Our World In Data muestra en una gráfica la correlación linear entre cantidad de años de educación y el PBI per cápita.

Se sabe que la Educación inicial o pre escolar es esencial para combatir el abandono y disminuir el fracaso escolar posterior y es un nivelador necesario para los chicos más pobres, además de facilitar la ocupación o el estudio de sus padres, particularmente para las madres, mitigando la inequidad de género.

En el mundo los gobiernos promueven esta escolarización y cada vez más niños menores de 3 años son incorporados. En 39 países de la OECD, en promedio, el 25% de los menores de 3 años están escolarizados, con Corea, Noruega, Israel y Dinamarca superando el 50%. Brasil, Chile y Colombia alcanzan el 25%. Argentina figura con el 5,2%

En el nivel primario, sólo el 13,6% de estudiantes tuvieron jornada extendida, más baja que el año anterior.

Educación, alfabetización y enseñanza superior

Pero Educación, en el mundo actual, no significa, como hace 1 siglo, alfabetización. En el siglo XXI Educación implica graduación secundaria o superior. Es un requisito esencial para afrontar las competencias laborales y los desarrollos digitales de la ciencia, la técnica y la producción, garantizando igualdad de oportunidades.

En promedio, en los países de la OECD más del 80% de los chicos terminan la secundaria, con Corea del Sur liderando el ranking con más del 95%, pero también Chile con el 90%, Colombia superando el 80% y Brasil, de los más rezagados, con un magro 65%.

Argentina no integra esa lista pero la página oficial del Ministerio de Educación muestra que para el año 2020 egresaron de la secundaria sólo un 45% en proporción a los que ingresaban al 1er año. 

En las Universidades tenemos más estudiantes pero menos graduados que en el resto de América Latina: mientras en Argentina se gradúan el 27% de los que ingresan, en el resto lo hacen entre el 65 - 70%. Desde lo cuantitativo entonces está clara la imagen rota del país que lideró la educación mundial.

Pero es más preocupante todavía el aspecto de la calidad de la enseñanza. En la última evaluación “Aprender” 2019, el 19% de los estudiantes finalizando el ciclo secundario no alcanzó el nivel básico en Lectura y Comprensión de textos, trepando al 33 % entre los estudiantes provenientes de hogares de nivel socio económico (NSE) bajo contra 9 % del alto.

A la inversa, sólo el 4 % del NSE bajo tuvo un desempeño avanzado contra el 31 % del NSE alto. En Matemáticas estamos peor: solo 2,6 % alcanzó el nivel Avanzado mientras el 42,8 % de estudiantes del último año del secundario poseen un nivel de conocimiento por debajo del básico.

Bajo nivel y además, desigual: en el sector público, los resultados son peores que en el privado y en 12 provincias, casi todas norteñas, los porcentajes son aún peores que el promedio nacional. 

En las pruebas PISA en 2018, entre 79 países Argentina se ubicó 63 en comprensión lectora, 65 en ciencias y 71 en matemáticas, quedando además en 7° lugar entre los 10 latinoamericanos participantes. 

Argentina fue el país de la región que más retrocedió desde el año 2000. Estamos mal en las 3 dimensiones del problema.

Por el lado de la cobertura, no cumplimos la Ley de Educación 26206/06 modificada, que prescribe  la obligatoriedad escolar desde los 4 años hasta la finalización del secundario y la universalización desde los 3 años. 

Por el lado de los aprendizajes, es necesario un shock de calidad que garantice la adquisición de competencias y habilidades necesarias para la inserción en el mundo laboral actual y futuro y una participación social plena.

Una tercera dimensión es la de la segregación: si la escuela pública pierde calidad, provoca la fuga de alumnos de mayor nivel socioeconómico, acentuando la desigualdad. Y priva a los más vulnerables del efecto beneficioso de interacción con pares de mejor NSE, tanto del intercambio multicultural como de la presión que estos ejercen por una educación de mayor calidad.

No hay igualdad de oportunidades ni meritocracia en el siglo XXI si la mayoría de los adolescentes, especialmente los más pobres, no concluye la escuela secundaria pero tampoco si lo hacen con un bajo nivel de conocimientos.

Es vital lograr unirnos para revertir esta realidad. Necesitamos un pacto entre todos. Nuestra “Moncloa Blanca”. Con las maestras y sus dirigentes, las familias y los intendentes, las empresas y las Universidades, el gobierno y la oposición. Todos.

Fijar 7 objetivos a 10 años:

1 - 40% de educación inicial desde los 3 y 95% desde 4 años;

2 - 50% de jornada extendida;

3 - 80% de Graduación secundaria;

4 - 40% de Graduación universitaria;

5 - 1.000 horas anuales de clases.

6 - Paritarias cuatrienales con cláusula de ajuste automático por encima de la inflación (debe quedar claro que la educación no es gasto sino inversión y por lo tanto no cabe ajuste salarial ni presupuestario, desterrando la patética novela de cada inicio lectivo)

7 - Llevar a 10 la relación docente /alumno (la actual es 13,6).

Los pedazos están ahí. A la vista. Faltan sólo el amor, la vocación y la paciencia para juntarlos. ¿Somos capaces de 10 años de esfuerzo común y sin fisuras en este tema? ¿Somos capaces de recuperar la única Copa América que realmente importa?

Por suerte hay millones de madres y millones de niñas, niños y adolescentes, cada mañana, para recordarnos que quizás no nos toque disfrutar esa sombra, pero a ellos sí.

*Médico Especialista en Salud Pública (UBA) - Docente en el Departamento de Salud Pública (FM UBA)

Fuente: BAE Negocios

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